Thursday, September 15, 2011

A veces creo que soy parte del sueño de un travesti. De adolescente añorando enamorarse, encontrar a la persona de su vida en la calle, o en la vereda. Criar hijos. Cocinar pan en el horno. Mirar la novela de las tres, y llamar a mis vecinos a tomar el té a las cinco. Soy el personaje de un sueño absurdo. De paredes con mucha tela de araña. Aroma a humedad. Viento colándose por la ventana entreabierta. Puertas que rechinan cuando intento cerrarlas. Goteras incontables, escaleras interminables. Gatos que pelean en el techo y gritan desenfrenadamente. Y vos dormís al lado mío. Y creés que nada me pasa a mí. Creés que nada sucede. Te miro, sonrío. Sonreís. Sonrío por miedo a que todo esto se termine de derrumbar, y quizás despertemos por los golpes de los escombros. Tengo tendencia a la autodestrucción, al sabotaje, a pensar que no hay día en el que la noche no asome y se lleve todo lo que creamos. Y estás ahí. Me observás de reojo. Y cuando te miro, ya no estás. Yo no quiero pensar en qué hacés cuando te vas. En una foto nos congelo y nos guardo así, perfectos, quietos, incapaces de dañarnos. Incapaces de lastimarnos, de hacernos mal, aunque nunca queremos. Es que nadie tiene mal. Vos no tenés mal.

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