Sunday, April 4, 2010

Domingo.

Acabo de escribir un texto acerca de los barriletes y los domingos, la niñez y mi papá, el intentarlo cuando caemos. Algo relativamente profundo dependiendo de donde se mire. Es domingo. Mi corazón en frenesí. Puedo escuchar latidos con forma. La casa está vacía de otro ser humano. No quiero que mis papás vuelvan de Córdoba, pero inevitablemente en unas horas estarán llegando. A la vez me siento solo. La contradicción nos abunda. Sentirme solo. Sentirse solo es tan de adolescente. Quizás no sea tan de adolescente, y yo tenga un problema con aceptar lo que siento y como soy. Escuchábamos SUM 41 y hablábamos de suicidio mientras fumábamos encerrados en mi cuarto. Mirábamos a través de la ventana y decíamos que nada ni nadie hoy en día nos hacía sentir especiales. Nos miramos y en nuestra mente nos preguntamos "¿Qué carajo hacemos acá, viviendo?". La vida es inevitable y vivir es la única opción. Las ventanas son inevitables para muchos también. Mi ventana no es linda, nunca he tenido suerte. Es un primer piso, no ganaría nada. Un par de dientes seguro perderé. Tu ventana es linda: se puede ver el horizonte, la plaza, la capilla, y es un noveno piso. Seductor noveno piso. Extraño tu ventana. Extraño mirar por esa ventana cuando no te quería mirar a vos. Extraño decir "se hizo de día, y nosotros despiertos". Mentira, no extraño un carajo. Tu ventana tenía murciélagos en el taparollos de la persiana. Era linda. Es linda ¿Vos creés en el destino? Yo creo que todos los días me tengo que levantar tempranito para laburar, a veces para ir a la facultad y esos días es peor. Yo creo que es hermoso y se siente un cosquilleo raro cuando pasan cosas que no esperás, pero que tampoco desesperás porque pasen. Cosas inesperadas. Grandes o pequeñas cosas inesperadas que te sacan de la rutina y de la cotidianeidad. Cosas que te recuerdan que estás vivo. Porque estamos vivos.

1 comment:

Lexis said...

Me pareció hermoso.
"¿Qué carajo hacemos acá, viviendo?" No sé, pero mientras lo averiguamos podemos hacer lo que queramos. Así que a no ahogarse en el vacío, en la soledad y en las interrogantes y mejor dejar que una luz cálida entre por la ventana, cualquier ventana, para empezar un nuevo día y una nueva oportunidad (no hay que olvidar que nunca están de más).